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Hace unos días, casi por azar, me vi participando en una tertulia de radio sobre la esclavitud, el 2 de diciembre. Yo no sabía que era el Día internacional de la Abolición de la Esclavitud, llegué a la radio pensando que lo único que tenía que hacer era hablar de mi libro, como dijo Umbral aquel día en un programa de Mercedes Milá. Pero la directora del programa me pidió que me quedara, y lo hice. Aquellos que me hayáis leído o me estéis leyendo sabréis que es un tema que trato especialmente en mi última novela, de manera que pensé que quizás podría aportar algo. Resultó que la tertulia se convirtió en un discusión sobre las diferentes formas de esclavitud que vivimos los ciudadanos del primer mundo; que si los horarios, el trabajo, la familia… Finalmente en lugar de hablar de la esclavitud, conversamos, bajo mi punto de vista, de algo muy distinto, como si en nuestros días no hubiese seres humanos que verdaderamente sufren la esclavitud. El diccionario dice claramente que esclavitud es el estado del esclavo, del que pertenece a un dueño. No nos equivoquemos, ninguno de nosotros hemos sufrido las esclavitud, si acaso somos “esclavos voluntarios”. El verdadero esclavo no puede elegir, no puede escapar de un amo explotador que lo mantiene en condiciones inhumanas. Esto existe en nuestros días: en Centroamérica, en Sudamérica, en África, en China… ¡En España! ¿O es que podemos compararnos con las mujeres que vienen a nuestro país pensando en una vida mejor y acaban obligadas a prostituirse por un plato de comida, maltratadas de todas las formas inimaginables por un amo? ¿O a todos los pequeños que trabajan con sus manitas para multinacionales, con nuestro beneplácito y agradecimiento, por un plato de arroz y un techo que los resguarde del relente? ¿O a los niños soldados que después de asesinar a su familia son raptados por los mismos asesinos para luchar por la causa que los dejó huérfanos? No, señores y señoras (o señoras y señores, que ahora hay que andarse con pie de plomo con esto de la ley de paridad), ninguno de nosotros somos esclavos, somos adictos al consumo y a la queja fácil, estamos enganchados a los vicios del cuerpo, por eso no vemos más allá de nuestras narices. El esclavo, señores y señoras, o viceversa, sólo tiene dos opciones: u obedece al amo o pierde la vida.
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8 comentarios:
que paso mercedes? que hice?...para madra mia...solo escribo, lo que mis fantasias, las realidades de la vida
y demas, me van dejando...en mi cabezota!
gracias por comentar,vos tambien tenes una buena dosis...trabajo muy bueno el tuyo!
gracias
lidia-la escriba
www.deloquenosehabla.blogspot.com
En pleno siglo XXI que pase todo lo que pasa, es inaudito de verdad.
Diría muchas cosas, pero con esas pocas creo, que se entiende perfectamente, cual es mi opinión.
1 besooo
Mercedes,
traducido el poema en realidad no tienen el mismo significado
pero estoy seguro de su comprensión.
Beso
Gemária Sampaio
Para Lidia:
Tranquila, lo de "¡Madre mía!" era sólo una expresión. Por supuesto que en la fantasía todo el lícito.
Un beso
Para Verónica:
Pasan estas y muchas más, hay aspectos del ser humano que parecen quedar fuera del progreso.
Un beso
Para Chá das Cinco;
Lo siento, realmente los traductores cuando se trata de interpretar escritos artísticos dejan mucho que desear. De todas formas seguiré visitándote e intentándolo.
Un beso
Hola Mercedes , queria pedirte tu opinión sobre mis cuentos , crees que se pueda escribir algo más largo , hay madera para la narrativa allí , me gustaría saber tu opinión.
Un abrazo
Pablo
A Pablo Fernando:
Creo que todo es posible cuando hay verdadera vocación. Has de confiar en ti mismo y mandar tus escritos a todas las editoriales que conozcas. Sobre el panorama aquí, no te imaginas cómo está; yo tardé dos años en conseguir que me publicaran mi última novela. Pero, como te digo, es una cuestión de confianza y perseverancia. De manera que ánimo.
Un beso.
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