El Grito. E. Munch |
Soy psiquiatra y me dedico a escuchar y aliviar el sufrimiento psicológico de mis pacientes. Oigo con gran atención y calma sus demandas y habitualmente con mi “ars medica” consigo muy buenos resultados.
A pesar de la fama de raros que tenemos los de este oficio, mis años de psicoanálisis me han ayudado a conseguir un aceptable equilibrio personal. Solo una manía se empeña en no desaparecer y la he dejado por imposible: detesto planchar. Vamos que el asunto de estirar y plegar el brazo agarrando el asa del hierro caliente para alisar la tela, puede llegar a sacarme de mis casillas. Por eso rara vez llevo camisa: en invierno uso jerseys y en verano abuso de los polos y camisetas de algodón. Así voy tirando sin tener que sufrir ese antipático electrodoméstico.
Me gusta mi trabajo y presto enorme atención, no sólo a lo me cuentan con palabras las personas que en mi confían, sino también a lo que dicen sus miradas, gestos, movimientos, actitudes e incluso sus silencios.
El paciente que vino a verme esta mañana de manera urgente estaba muy enfadado, no hacía falta ser un lince para verlo: Sus ojos brillantes de ira, su boca fruncida en una mueca de rabia, la amplitud y fuerza de sus pisadas que tronaban al chocar con la madera del suelo y una inclinación de la cabeza -barbilla elevada-, que le impedía mirar de frente a su interlocutor, o sea a mí, eran signos indiscutibles de su estado de ánimo.
Después de tomar asiento al otro lado de la mesa, permaneció en silencio unos minutos durante los cuales su respiración nasal, lenta y profunda semejante a un dragón echando humo, era el único sonido del lugar. Tardó en fijar sus ojos en mí. Cuando lo hizo, y antes de que me diera tiempo a pedirle explicaciones sobre la causa de su más que evidente enojo, estalló en una inesperada y sonora carcajada que me dejó boquiabierto.
No tuve necesidad de preguntar nada, mi gesto de sorpresa y mi mirada inquisidora eran tan elocuentes que provocaron su respuesta inmediata:
-Ay doctor, no me puedo creer lo que estoy viendo –logré entender que decía sin parar de reírse convulsamente, tanto con la cara como con el resto de su anatomía -es para partirse. Déjeme que le cuente. Esta mañana, al ponerme la camisa me di cuenta de que estaba mal planchada y me sentó muy mal. No quise reñir a mi esposa por su fallo y contuve la ira, pero me dio tanta rabia que a punto estuve de estallar gritando. Al borde de un ataque de nervios vine a verle, confiando en que usted me entendería y me ayudaría a calmarme, como otras veces. Pero ¡Santo Dios! ¿Ha visto su camisa?, está hecha un guiñapo. Tiene más arrugas que el tronco de un árbol viejo y usted, tan tranquilo y tan serio como siempre -Y continuó desternillándose un rato largo, mientras yo no acababa de decidir si debía acompañarle en sus risas, o mantener el tipo guardando la compostura-
En efecto, la tela blanca de algodón ecológico de mi ropa parecía un acordeón; no me fijé en ello cuando, a causa del calor, me quité la sudadera; tampoco es algo que me preocupara demasiado pero, visto lo visto y valorando los usos y gustos de la clientela tendré que ir pensando en usar ropa de tergal.
En esta ocasión he tenido suerte y mi ridícula imagen ha servido de “punto de choque” para frenar la agresividad del paciente –terapia por contraste-. Pero ¿Qué otra emoción podría haber sentido un individuo obsesionado con su aspecto, en pleno ataque de ansiedad, a la vista de mi “aparente dejadez”? Fácilmente una provocación, la espoleta necesaria para destapar conmigo su caja de los truenos a punto de estallar. Mejor no correr riesgos.
De tergal, sí, o empezar a llevar la ropa a la tintorería.
57 comentarios:
Pues ese paciente se inflaría de de reír conmigo...
Y paso de tergal...
Me ha encantado, Ángeles, y me ha puesto de buen humor.
Un abrazo fuerte
Uno nunca sabe como acertar, pero la suerte hace que, en ocasiones, la situación se ponga de su parte... Menuda terapia.
Yo, que todos los días tengo que plancharme la camisa para ir medio decente al trabajo, he decidido que no volveré a hacerlo... O sea, planchar... A ver si consigo que mis clientes se pongan de mejor humor y me cuenten más chistes y menos penas.
Un Beso Planchado, Ángeles.
Ana: A reír se ha dicho, que incluso los que ya no está nos prefiern alegres.
Además tienes que ir muy contenta el 26 que la ocasión lo merece.
Besos Á.
Pues es buen idea José: doble resultado, te ahorras el trabajo y que te cuenten las penas.
Ya tenía yo ganas de soltar un poco la mandíbula que "no todo va a ser penar".
Besos alegres Á.
Hola Angeles escribes siempre interesantes post.
es un placer leerte.
que tengas un feliz finde.
un abrazo.
Gracias Ricardo, no soy poeta pero intento contar la vida cotidiana con su puntita de sal, o de amargura, segun porceda.
Un abrazo Á.
El oficio de Psiquiatra, debe ser muy interesante. Afortunadamente fue la camisa el "punto de choque" ¿si hubiera sido otro menos superficial? Que ni tan superficial para el paciente.
Buen relato.
Saludos cordiales.
Hasta pronto.
Gracias Pluma Roja: El oficio de siquiatra es apasionante, pero no siempre se tiene la suerte de que, como en este caso lo que más irrita al paciente, llevado a su grado extremo, haya conseguido curarlo -al menos de momento.
Supongo que una relación terapeútica previa, de confianza y aceptación fue factor fundamental para que el resultado fuera óptimo ( de ahí lo del "ars médica")
Un abrazo y gracias Á.
Cómo entiendo a este psiquiatra!!! Sobre todo las mangas, y acertar con el pliegue, que no aparezca otra raya del planchado, justo junto a otra de otro día, porque entonces es peor el remedio que la enfermedad.
Por suerte ahora no tengo que planchar, al menos siempre, uf, qué alivio. Aunque pensándolo bien, quizá el tergal, no sé, lo estudiaré.
Y de todos modos, hay que reconocer que nos ponemos nerviosos por cosas tan triviales...
¿Qué obsesión o fobia o problema puede ocultar tanta animadversión a la plancha?
Te he leido, quedando con varias sensaciones, creo que es bueno.
Rescato pr ejemplo como nos ven los demás, sin imprtar profesion o simplemente ser.
Cariños y buen fin de semana
Amando:
Es verdad, nada tien que ver a menudo cómo nos vemos y cómo nos ven, con la particularidad de que seleccionamos para fijarnos en ella, la realidad que nos interesa de entre todas las que se nos ponen por delante.
Un abrazo y adelante Á.
Gracias abue, por tu visita y por tu acertado análisis, te repito lo mismo que a Amando, la selección que nuestro subconsciente hace de las múltiples realidades que cada día la vida nos ofrece.
Un abrazo Á.
Buen relato, amiga. Yo vivo sólo y nunca plancho, pero no me preocupa.
Reirse, mejor reirse...
Mi psiquiatra, al que no tendré que volver a ver en medio año si lleva las camisas planchadas -y el cerebro-. Un abrazo.
Gracias mateo.
Hay psiquiatras y psiquiatras. El del cuento es de la Seguridad social. Muy relimpio y con la piel dura por lo que las arrugas no le hacían pupa.
En el cerebro las necesarias para que las circunvoluciones y los surcos estuvieran "comme in faut".
Muchas gracias y un abrazo de Á.
Lo de la plancha creo que lo comparto contigo!O-di-o planchar!!No soporto meter las mangas de la camisa por los manguitos ni cargarme encima de los cuellos de la camisa hasta dejarme sin brazos.1saludo.
http://ponerunaqueja.blogspot.com/
Gracias anónimo por tu visita. Un saludo Á
Jolín: ¿tendré que ir a un psiquiatra porque odio planchar?...
¡Vaya por Dios!.
La terapia por contraste, buenísima.
Muy buen relato. Está tan bien narrado que engancha desde el inicio.
Besos.
Entonces... ¿Un psiquiatra hace siempre lo que insinua el paciente?... Bien contado.
Da la impresión de ser uns profesión con riesgo fisico, de contagio, etc...
Saludos.
Me gustaría saber que se trata de una historia ficticia: Echo de menos que el arte ya no supere la realidad sino todo lo contrario: la realidad nos sorprende todos los días y el arte es previsible.
¡Lo que cuentas no puede haber ocurrido!
En caso contrario : ¡Miénteme!
NANDO
Como me conoces un poco, no tengo que decirte cómo entiendo al paciente de tu relato; aunque yo en vez de reír ante las arrugas de la camisa del psiquiatra, me hubiese echado a llorar. Fíjate si me obsesiona ir bien planchada (aunque los años ha corrido a mi favor en este sentido) que ponerme el cinturón de seguridad es para mí toda una proeza; antes me tomo todo el tiempo necesario para dejar mi camisa sin un pliegue y llevo sujeta a cierta distancia esa maldita cinta negra durante todo el trayecto. Y, la verdad, no sé por qué me tomo tantas molestias, si me encanta planchar.
Y para qué contar el resto de mis obsesiones. ¿Necesitaré un psiquiatra?
Un relato muy ameno y bien narrado. Felicidades.
Un abrazo para ti y para cada uno de los seguidores.
Ángeles, amiga: ahora comprendo por qué algunos se hacen llamar "descamisados". Seguramente son un poco perezosos y nada limpios. En la realidad, a mí, personalmente, me gusta mucho planchar. Hay que saber hacerlo con clase y disfrutar simultáneamente de olor de la ropa recién lavada y del que genera el paso de la plancha sobre ella. Un relato muy simpático. Un saludo cordial.
Desde luego era para reirse, el hombre no esperaba solucionar su problema viéndolo en el médico que tenía que solucionárselo. No esta mal la terapia.
Un beso.
Buen desenlace de lo que se preveía como un estallido de cólera. El humor a veces es buena terapia.
Un saludo.
Gracias Mar, pero no tienes que ir al psiquiatra solo porque no te guste planchar. Seríamos multitud.
Un abrazo Á.
Máximo, supongo que un psiquiatra ha de dar una respuesta a su paciente diferente según su patología, demandas, modelo que utiliza etc.
No se trata de hacerle caso, él sólo quería protegerse por si las moscas la próxima...
Un abrazo Á.
Mercedes:
¿Quién no tiene obsesiones y manías?, lo malo es cuando se convierten en lo ÜNICO, incapacitan para otras actividades, o crean agresividad o son responsables por ej demalos tratos.
Probablemente este hombre estuvo apunto de pegar a su mujer y se contuvo porque ya tenía sesiones previas.
Pequeñas obsesiones, que respetan la vida de los demás y nos entretienen....deben ser hasta buenas.
Un abrazo y gracias por tu visita Á.
Nando:
Esta historia es tan real o tan inventada como queramos nosotros.
Me he basado para contarla en algo que alguien me contó: eso es la realidad.
Pero no tengo que mentirte para decirte que la historia no ocurrió de esa manera. Ha sido la manera de elaborar, adornar, contar, relatar, hacer inteligible e incluso quizás ameno un hecho sencillo, lo que puede convertirlo en una pequeña obra de arte ( aunque me parece mucho llamarlo obra de arte)
También un día hubo una realidad llamada "Albóndigas de mariscos", cuya elaboración literaría les dio otra categoría, ¿quizas la de "obra de arte"?.
En otro orden de cosas: un enano es una realidad tirando a fea que Un Sr. llamado Velázquez o Fernando, puede convertir en la "obra de arte" Juan de Calabazas.
Tendremos que hablar largo y tendido que aquí se me acaba el cuadrado.
Un abrazo grande y gracias por tu interés Á
Gracias disancor. A veces no somos capaces de relativizar nuestras tonterías hasta que no empezamos a mirar fuera de nuestro propio ombligo.
Un abrazo Á.
Fernanado: así ocmo lo cuentas, la ropa límpia, que huele bien, que se convierte en algo bello gracias a nuestra manos....suena muy bien, casi que me animo a ello.
como a todo lo que se hace con gusto y tiempo. El problema es cuando se toma como una obligación corre que te corre, entre otras muchas.
Me gusta tu visión, gracias y un abrazo Á.
El humor Cayetano...
¡Cuanto ganaríamos si nos rieramos más y no creyéramos que todo es tan terrible!, quizás conozcas algun episodio rlacionado con la historia que se resuelva airosamente con humor. (EJ. la codorniz)
Un abrazo Á.
Nada mejor para un domingo por la mañana que una buena dosis de humor. Me he reído mucho, enhorabuena, es genial.
Un beso.
A mi me ha parecido una entrada muy
graciosa, además nos has hecho conocer que los psiquiatras tambien
tienen fobias, algo que los humaniza.
A mi me gusta planchar, pero, me ocurre lo que a Mercedes, procuro cuando conduzco estirar bien mi ropa
para evitar las arrugas.
Saludos.
Gracias Blanca: me alegro de haber contribuido a alegrarte el día.
Un abrazo. A.
Los psiquiatras tienen fobias, como todos y todas, Incluso mas. Deberían conocerse bien pues nadie da loquee no tiene. Un abrazo y feliz domingo. A.
Un relato surrealista y lleno de humor que me ha arrancado una sonrisa. Gracias.
Un beso
Elvira
Es un psiquiatra con suerte.
De todas formas mejor que aprenda a planchar.
Besos.
Elvira, siempre bienvenida. Si además hay una sonrisa de por medio....miel sobre hojuelas.
Un abrazo Á.
Toro:
No está mal saber hacer de todo en esta vida, no sabemos cuando....
Un abrazo Á.
Si esos pliegues hablarán... ó quizá ya lo hayan hecho...
Un abrazo.
Hola Ángeles, intenso el relato que nos expones, y bueno... ya conocemos algún detalle más de los psiquiatras, siempre un placer leerte, te dejos mis felicitaciopnes y un abrazo.
Odio,planchar...por cierto mi psiquiatra siempre está de baja¿Por qué será?Estará estresada... :)
Tenía un cabreo del 15 y después de leer el texto me ha cambiado el humor. Gracias amiga.
Un beso.
Ruben: en los pliegues se esconden los puñales, pero también los libros.
Un abrazo Á.
Gracias Conchi, seguiremos intentando escribir, que no nos falten las ideas.
Un abrazo Á.
Morgana: Pobre psiquiatra ¿se habrá quedado sin camisas limpias?.
Cuídate, un abrazo Á.
Flamenco, que tú eres un filósofo estoico ¿cómo te vas a cabrear?,
Todo es relativo, todo tiene muchas lecturas, después del primer susto: a reir que al menos no sufra la coronaria.
Un abrazo Á.
Nadie es perfecto, ni siquiera los profesionales. Yo de momento estoy quitando más que fobias, abandonos, hoy he planchado. Desde hacía meses no lo practicaba, y sigue sin gustarme
Pero paranoias, las mínimas. No tengo dinero para psiquiatras.
Ni ¿Para qué quiere psiquiatra una mente tan sana y clarividente com la tuya?.
Un abrazo Á
Yo también me quedaría estupefacta al escucharlo soltar menuda carcajada luego de su dragonesco respirar.
Bueno eso no creas que te libera de tu responsabilidad de andar mas alineada al menos a la consulta, que esta vez te has salvado por mera coincidencia.
Abrazos
Ángeles, ahora entiendo aún mejor tu interés por los silencios y las palabras.
Un abrazo!
¡Uh!
Soy demasiado despistado para utilizar ese artilugio infernal.
Es verdad, rara calma, en un servicio público hay que mantener unos mínimos.
Un abrazo Á.
Gracias Ruben:
Sigo pendiente de los tuyos, pero caer caerán: seguro.
Un abrazo Á.
Deseo:
Infernal poruqe quema, quema, quema....
No sería la primera vez que en lugar de la tela fuera la piel la que recibiera los calores igneos.
Un abrazo Á.
Suscribo a Ángeles en su última línea y añado el revuelo que EL GRITO me causa dentro...
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Yo estudié psicología hace bastante tiempo y me encanta la comunicación no verbal.
Creo que, en esta ocasión, la suerte se ha puesto de tu parte, pues sin querer has resuelto el problema y has transformado un situación de ira y enojo en otra súper divertida.
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