Cuando empezó la guerra estábamos en Berlín mi madre, mi padre, mis dos hermanos (Astrid y Hermann) y yo: Hans. Papá, Dieter Hauffman, pertenecía a una noble familia de la Prusia Oriental y vivíamos holgadamente de sus rentas y posesiones; era un hombre culto y refinado que tocaba el piano y leía incansablemente. Mamá era mamá, una señora que educaba a sus hijos y amaba a su marido. En su primera juventud mi padre tuvo otra novia en la aldea familiar, Heriberta von Herbert, pero acabó casándose con la berlinesa, menos noble y más próxima.
Pensábamos que la categoría y las influencias de los Hauffman evitarían a mi padre participar directamente en la contienda. No fue así y tuvo que partir al frente a finales de 1940 dejándonos a los cuatro solos (con seis, cuatro y tres añitos), bien mantenidos y con dinero para sobrevivir con holgura. Pero la guerra, un monstruo que devora proyectos, destruye vidas, y no respeta nada, no hizo excepción con nosotros. Pronto nos vimos sin acceso a la cuenta bancaria y en una situación difícil. Pasamos mucho frío ese invierno, comíamos poco y mal y mamá cayó enferma, no sé si de pena, de hambre o de impotencia. Día a día la veíamos palidecer y adelgazar, mientras la tos y la tristeza iban adueñándose de ella.
Nunca olvidaré el día que no despertó. Astrid, Hermann y yo la llamamos por la mañana extrañados de que aún no nos hubiera empujado para levantarnos, pues dormíamos los cuatro juntos para darnos calor, color y amor. No respondió a nuestras voces; tampoco cuando empezamos a tocarla e incluso a tirarle de los pelos. Allí estaba: inerte, fría, marmórea, casi transparente. Yo tenía ocho años y mis hermanos seis y cinco respectivamente. La memoria me falla cuando intento recordar los días posteriores, días de confusión, llantos, amables enfermeras, policías serios, entierro, mucha tristeza y una inmensa sensación de soledad. Nadie pudo localizar a nuestro padre y los servicios sociales se hicieron cargo de nosotros: yo fui llevado a Stugart a un colegio de preadolescentes; Hermann a otro lugar para niños más pequeños y la benjamina, Astrid, a una residencia femenina. Durante mucho tiempo no volvimos a saber nada unos de otros. Tampoco de nuestro padre. Así fuimos educados por el estado alemán, bien alimentados y con una formación académica básica lo mismo que tantos huérfanos de la guerra de nuestro destrozado país.
Al terminar la contienda papá regreso a buscarnos pero no nos encontró. Investigó en los servicios sociales, ayuntamientos, policía…pero nadie supo darle señas de nuestro paradero. Estábamos desaparecidos y no figurábamos en ningún archivo. Todas sus tierras y posesiones habían sido nacionalizadas en la DDR y, solo y arruinado, se dedicó a malvivir tocando el piano en salones de alterne de la capital, de aquel Berlín de postguerra, destruido, quemado, casi eliminado, en el que los locales nocturnos eran prácticamente lo único que no había perdido su razón de ser. Un día cualquiera fue al cine; en aquella ocasión, el reportaje patriótico que habitualmente se exhibía antes de la película, hacía propaganda de lo bien atendidos que estaban los niños que habían quedado sin hogar. Y, aunque parezca mentira, nos vio. A mi hermano y a mí. En instituciones diferentes con nuestros uniformes y nuestra carita de pena. El documental estaba un poco atrasado pero fue suficiente para que, la investigación a la que mi padre se dedicó con ahínco y entusiasmo, diera sus frutos. Nos encontró a los dos que ya teníamos 14 y 12 años. No voy a describir lo que sentí cuando pude reunirme con mi hermano y mi padre, no sería capaz; por mucho que exagerara expresando la gran alegría y emoción del momento siempre me quedaría corto. La niña, Astrid, no apareció. Corría 1949 y el telón de acero estaba cerrado a cal y canto para cualquier tipo de investigación que se solicitara desde la otra parte.
Poco tiempo después papá volvió a casarse: su segunda esposa, Sigrid, era una cariñosa mujer que nos cuidó y nos quiso mucho. Tuvimos un nuevo hermano, Geza y, a pesar de la pena por la ausencia de Astrid, sentimos que de nuevo éramos una familia. Pudimos revivir, ya adolescentes, la ilusión de cuidar y querer a un bebé que no pasaría hambre ni una guerra. Como los ingresos eran escasos, a los dieciocho años empecé a trabajar en las minas de Lübeck, donde años más tarde conocería a Carmen, mi esposa. Pero esa es otra historia. Siempre mantuve una relación estrecha con mis hermanos, mi padre y mi madrastra. Los había recuperado y no quería volver a perderlos. Desgraciadamente Sigrid falleció cuando Geza tenía seis años y entre los tres intentamos ocupar el espacio de su madre ausente. Pero no por mucho tiempo. Nuestro progenitor, que seguía tocando el piano ahora en hoteles de cinco estrellas, reencontró a su novia de juventud todavía soltera y cuya fortuna no había sido expoliada. En cuanto se vieron en el Hilton de Berlín, el pianista atractivo y doblemente viudo y la acaudalada dama, ya no tan joven pero elegante y hermosa, se reconocieron. Les faltó tiempo para decidir que sus vidas se unirían desde ese mismo instante. Yo entonces ya vivía fuera de casa y estaba a punto de casarme con Carmen, pero Geza, aún con siete años, era un niño adorable y no me extrañaría que fuera en parte responsable del encantamiento que Heriberta sintió desde el principio.
La vida continuó, esta vez con más bonanza económica y con bastante fortuna pues la tercera esposa de mi padre nos acogió como si de sus hijos se tratara, sobre todo al pequeño tan necesitado de cariños y atenciones. Mis hijos fueron sus nietos y todos nos encontrábamos varias veces al año en la hermosa vivienda de Heriberta que también era un poco nuestro hogar.
En 1989 la caída del muro de Berlín nos trajo una nueva y maravillosa sorpresa. Astrid, nuestra hermana pequeña a la que creíamos muerta aunque nunca olvidada, había estado viviendo muy cerca durante todos estos años, al otro lado de esa pared vergonzosa, multicolor al Oeste y blanca como un sepulcro al Este. Reunificadas las dos Alemanias tardó poco tiempo en localizarnos apoyada por las autoridades del país que, al contrario que en 1945, dieron todo tipo de facilidades para que dicha reunificación no fuera sólo nominal. Astrid aportó también hijos y esposo y recuperó lo que había perdido 47 años antes.
Papá falleció a la edad de 85 años, seis después de la reaparición de su hija, en teoría una desconocida pero que no tuvo dificultades para integrarse con nosotros. Tampoco nosotros en aceptarla.
Esta es una historia con final feliz, la historia de mi familia: una más entre las víctimas de la segunda guerra mundial que afortunadamente pudo recomponerse. No he querido hurgar en los terribles momentos que pasamos porque hace mucho tiempo que aquello terminó. Heriberta, nuestra maravillosa madrastra, murió hace sólo cinco años; todos la lloramos y hoy aún la echamos de menos y la recordamos con cariño. Dejó como heredero universal de todas sus posesiones a nuestro hermano pequeño, Geza, al que consideraba hijo suyo; él, no contento con esa decisión, renunció a su privilegio y repartió su fortuna, a partes iguales, entre los cuatro hermanos.
El amor siempre genera amor.
68 comentarios:
Hermosa historia Angeles ,aunque no todas acaben así.
Muy buena.
Besos.
Hada Morgana, gracias por leerla entera, es un poco larga pero había que contarlo todo para que se entendiera.
Es impresionante que pasen esas cosas, a veces las tragedias pueden llegar a a superarse con personas así.
Un abrazo Á.
Cada historia que cuentas más me
gusta, como siempre digo es un
gran placer leerte.
Un abrazo.
V.C.
Un relato muy, muy bueno Ángeles, ¿Será que hay más y solo nos estregas una pequeña parte? Me gustó mucho.
Un fuerte abrazo.
.
...querida Á, me atrapaste de principio a fin con esta hermosa y muy emocionante historia, que es una caricia para el alma... es tan intensa que a cualquiera hace brotar lágrimas... al menos a mí, lo hizo ya que me trajo recuerdos, aunque en contextos muy diferentes, de episodios de mi vida y personas amigas que conozco... los reencuentros siempre son muy emotivos
Te felicito por este trabajo tan encantador
Te mando un fuerte abrazo de luz
.
Preciosa historia Ángeles, finales así son tanpoco frecuentes, que casi parece un cuento de hadas.
Besos
Angeles, amiga, creo con Narci que esta historia parece un cuento de hadas, pero así es la vida. A veces surgen ocasiones maravillosas en situaciones horribles. Recuerdo que mi madre me dijo, pasada nuestra guerra civil, que la guerra era horrible, pero que hizo surgir entre lo amigos y los vecinos una enorme solidaridad.
Tú escribes muy bien, y el relato está muy bien construido.Echo de menos, con esa calidad que tienes, que no cuentes historias más cercanas, más españolas, más nuestras. Tenemos tantas cosas formidables que relatar en nuestro entorno... Por eso te animo a que nos relates lo cotidiano, lo cercano, pero sin esas ordinarieces que se utilizan normalmente para demostrar que el escritor está "en la onda" Lo popular no debe ser sólo mediocridad, sino expresión de la realidad en que nosotros vivimos. Me refiero a los seres absolutamente normales y no a esos engendros que llegan a estar hasta subvencionados para teatralizar guarrerías, como hoy día se exhiben en algún teatro oficial de Madrid. Gracias por tu precioso relato y un fuerte abrazo.
VC: Para mí es un placer que sigas después de tanto tiempo leyendo mis historias.
Un fuerte abrazo Á.
Gracias Pluma Roja:
La historia puede ser todo lo larga que se quiera, solo es cuestión de pararse en detalles que yo solamente he citado.
Para blog ya me parece un poco larga esta versión, pero ¿quién sabe si algún día me decida a profundizar?.
Un abrazo y muchas gracias por tu comentario de Á.
Alhami:
Es verdad que en algunos momentos el relato puede hacer llorar, conmover.
No pretendía que fuera un mensaje de pena sino de alegría y superación, pero la guerra y los niños sin madre son una dura prueba.
Muchas gracias por tu visita y por tu extrema sensibilidad. Un fuerte abrazo de Á.
Narci:
A veces la vida pede ser un cuento de hadas, quiás dependa en parte de la actitud con la que se manejen las situaciones nefastas con las que el azar noa castiga.
Gracias po tu comentario y que tus cuento de hadas se haga realidad. Un abrazo Á.
Gracias querido Fernando.
Recojo tu propuesta y buscaré temas más cercanos que los de la segunda guerra mundial.
Esta historia me fue relatada, tal cual, por la mujer de mi hermano, sobrina del protagonista del cuento, Hans. Hans cita dos veces a Carmen, una española emigrante de los años 60 que se casó con él. Desde entonces todos los años visita su ciudad acompañada del alemán huérfano que ahora debe tener seteintaytantos.
En resumen, una historia para mí cercana aunque no forme parte de nuestro pasado común.
En cuanto a la vulgaridad y mediocridad en la descripción de lo cotidiano, comparto tu idea y no estoy dispuesta a demostrar de esa manera que "estoy en la onda".
Gacias por tu comentario meticuloso y de ayuda a quien está empezando. Un fuerte abrazo de Á.
Compañera, y sin embargo amiga, Ángeles, creo que este tipo de relatos se hace imprescindible en nuestros días. Nosotros, lo de nuestra generación, hemos tenido suerte y no conocemos las guerras ni sus dramáticos efectos colaterales. Creemos que las cosas siempre serán así; que podremos vivir seguros por siempre. Pero nada más lejos de la realidad; vivimos en la cuerda floja y, a poco que nos descuidemos, podemos caer en los errores del pasado.
Es un texto triste, pero, repito, necesario; no sea que olvidemos el sufrimiento de nuestros padres y abuelos y sus esfuerzos finalmente no hayan servido para nada.
De cualquier manera, también en tus palabras hay esperanza, lucha, avidez por volver a encontrar el amor. El ser humano es increíble, capaz de sobrevivir y reponerse de la más dura adversidad.
Gracias por recordarnos que el delicado equilibro en el que vivimos depende de que estemos siempre alerta.
Un abrazo "mu apretao".
Y ahora numerosas veces nos quejamos por cosas sin importancia, pero cuando oyes o lees una historia de estas, que no se si es el caso pero pueden ser perfectamente reales, es cuando te das cuenta de lo injustos que somos.
Seguro que incluso daban gracias por lo que tenían, después de haber pasado por lo que habían pasado.
Preciosa historia, da que pensar, como siempre.
Un beso.
Querida Ángeles, tu historia, que finalmente tiene algo de familiar, es estupenda. Muy bien escrita, he revivido parte de la historia de mi marido que, como sabes, era alemán. Y sobre todo me gusta el final: el amor engendra amor. Es de las pocas cosas que estoy convencida, así es. Gracias por aportarnos esa parte de amor universal.
Mil besos dirección sur, suroeste.
Sacar los positivo de cualquier adversidad es muy difícil y nos has relatado un magnífico ejemplo, por cierto, excelentemente relatado.
Te vuelvo a felicitar, compañera.
Un abrazo.
Gracias jefa, ya es hora de que tus comentarios alumbren nuestros relatos.
Reflexionas sobre nuestra generación sin guerra, gracias a Dios, pero verdad es que ello no quita para que cuando menos lo pensemos se pierda el equilibrio.
Que así no sea y que consigamos entre todos "Virgencita que me quede como estoy".
Un abrazo y seguimos en contacto Á.
Querida Isolda:
Es verdad que tampoco es tan lejano, aunque se hable de Prusia y de Berlín.
Tú por ejemplo bien lo conoces, como tú otras personas que se han relacionado de una u otra manera con eese país ( como Carmen la esposa de Hans) y , entodo caso, podría tratarse de un arquetipo universal.
Superación por el amor.
Un abrazo Á.
Hermosa historia la que compartes en este post de relato ,me quedo con el amor siempre genera amor , que es lo importante de la vida y lo que hace que el ser humano no desaparezca de la tierra...
Abrazos de MA para ti amiga, besos para Mercedes y para ti.
José Carlos, estos días alguien me recordaba que lo importante no son las cartas que nos tocan en el reparto, pues no siempre son buenas, sino saberlas jugar.
En este caso, parece que con tan débiles mimbres el cesto ha salido bastante fuerte y hermoso.
Un abrazo, compañero Á.
Es verdad MA, aunque todo vaya mal, el amor de estos niños a su madre y viceversa, les dio una fortaleza que les ayudó a superar el terrible duelo.
Luego el padre buscando, y sus cuidados etc etc.
Creo que por mal que vayan las cosas no deberíamos olvidarlo.
Un abrazo preciosa y gracias Á.
Una historia preciosa, muy emotiva. La desgracia que se abatió sobre esa familia no fue tan grave gracias a que había mucho amor y mucho desinterés. Desgraciadamente no es lo normal. ¡Caramba con el pianista! Un don Juan, pero en bueno.
Un saludo.
Pues fíjate tú, Cayetano, en lugar de tirarse al Rhin, el antiguo niño bien, aoprovechó lo que había aprendido por amor al arte y educación de alto nivel para sobrevivir.
A tenor con lo atractivo que es su hijo Hans, debía de ser bastante guaperas.
Un abrazo historiador, de Á.
Sin duda; interesantísima y desgarradora historia. Tienes material para escribir un libro excelente, lleno de emoción, tristeza, aventuras y sobre todo amor y pasión.
Un abrazo!
Escribir un libro?
De momento seguiremos con lo breve, pero gracias josef por tus comentarios tan animosos.
Un abrazo de Á.
Cuando he terminado de leer tu relato he sentido un extraña sensación de paz...y de esperanza.
Un saludo.
Blanca: Me he dejado tu comentario sin respuesta, se me ha quedado entre el anterior y el siguiente por lo de los cuadraditos de la pantalla. Lo siento porque dices algo realmente interesante, que nos quejamos por pecataminutas cuando hay situaciones terribles que están ocurriendo o han ocurrido y a pesar de todo la vida sigue y a veces las cosas se arreglan. Incluso en los casos que a priori parece màs difíciles.
Gracias por tu compañía y un abrazo Á.
Hola Ángeles, feliz año estrenado para tí y mis felicitaciones por ésta realmente apasionada historia que nos invita a la reflexión de aquella época póstuma pero nunca olvidada, a la trascendencia de aquellos años vividos y los avatares por los que cada familia tuvo que pasar, emocionante, te mando un abrazo desde mi rinconcito sureño.
Javir:
si mi relato te ha hecho sentir paz ya está justificada su existencia.
Muchas gracias y un abrazo de Á.
Conchi:
Feliz año para ti y no olvides que aún en los más difíciles momentos siempre podemos encontrar una salida, aunque no sea tan inmediata como desearíamos.
Un abrazo Á.
Tienes la virtud de relatar comoi si realemnte lo hubieras vivido, y eso es muy difícil. Me encantó.
Un beso
Estimado Carlos, no he vivido la historia pero me la contaron muy bien. Luego ponerla en el papel es cuestión de paciencia y tiempo.
Me alegro de que te haya gustado.
Un abrazo Á.
Emotivo relato, en el que transmites
que los fuertes lazos de cariño,
no se rompen nunca, que la sangre
nos une para siempre, no tiene
fecha de caducidad.
Sin duda, el amor genera amor,
habría que recordarlo siempre.
Muchos besos.
Angela.
Los lazos de sangre no tienen caducidad, qué bonito Ángela, gracias y un abrazo de Á.
Me ha gustado mucho esta historia.
Un beso ángeles
Mil gracias por tu comentario Angeles.
Besazos.
Josefina, me alegro de que te haya gustado,hoy quería poner una historia con final feliz que , aunque parezca mentira es absolutamente real.
Un abrazo Á.
Me quedo con la moraleja: El amor siempre genera amor. Ta todo dicho.
Un beso.
Preciosa historia Ángeles, fue una suerte volverse a reencontrar, también lo es, aceptar con amor, los hijos que no son de un@.
Que bonito gesto el de Geza, repartir con sus hermanos, lo que por ley solamente era suyo, que tomen nota algunas personas.
Abrazos amiga, muy buena semana para ti
To dicho, querido Flamenco.
Y nadie mejor pa decirlo que tú, corazón de amigos, cante y pintura.
Flamento pa tós.
Un beso de Á.
Gracias Vero por haber caído en la cuenta de dos importantes detalles: querer como propios a los hijos de otros y repartir con los hermanos lo que a uno le han regalado.
Se nota que te fijas y que captas detalles muy importantes.
Un abrazo y espero que tus deseos se cumplan Á.
Una preciosa historia y enternecedora, disfrute leyendola.
Un fuerte abrazo.
Kurra, me alegro que hayas disfrutado cn la historia, Mercedes me avisó de que era un poco larga, pero ya veo que a los buenos lectores nada les frena.
Casi una más de la familia, un abrazo fuerte de Á.
Una historia de guerra con final feliz. Que bien escrita, me alegra que por lo menos alguien pueda contar una historia de guerra con final feliz.
Gracias Angeles.
Un abrazo.
mariarosa
Mercedes
EL MUNDO
El mundo
No es solo para doctores
El mundo
No es solo para quien tiene suerte
El mundo
No es solo para ricos
El mundo
Es de todos
Pues todos somos
Hijos de Dios
Y vamos pensar así...
Pues aún con fallos
Sentimos que vencemos.
Y que el mundo no es de nadie...
Es de todos!
Solo así, logramos estar unidos y en paz
Un besito
¡Desde luego que sí!, aunque siempre hay alguien que quiera sembrar horror y tristeza.
¡Un beso!
Miguel
Maria Rosa:
Casi todo puede tener final feliz, quizás sea cuestión de no desesperar y ponerse a ello.
Gracias y un abrazo Á
Africa:
El mundo es de todos, sobre todo de los que sienten y escriben como tú.
Somos muchos los que luchamos, queremos y podremos.
Un fuerte abrazos por tu compañía Á.
Gracias D.Vito, estaremosen contacto.
Un abrazo Á.
Marina:
Cada uno expresa sus emociones como sabe y como puede, yo escribiendo relatos, tú componiendo poemas de amor.
Todo es crear y compartir, un abrazo y gracias por tu visita Á.
Todo buen sentimiento (y real) genera su recíproco.
Un beso
Cita
Karma y darma, Cita, más o menos Cita.
Un abrazo y gracias por tu visita Á.
Siempre conmueve este pasado.
Un abrazo.
Genial escrito.
:)
Cuidate mucho.
Es esperanzador que frente a una situación tan tremenda como fue la Guerra Mundial, dónde todo lo peor de algunas personas emergió, surjan éstos actos de amor en el que las personas sacan lo mejor de sí mismas. Nunca deberíamos olvidar lo que dices, que el amor genera amor.
Gracias por una historia preciosa y conmovedora.
Un abrazo
Tati
Natalia, nos conmueve lo que muev e con nosotros, gracias por venir.
Un abrazo Á.
Tati:
Los momentos difíciles son los que nos ponen a prueba. Es entonces cuando podemos mostrar lo más verdadero de nosotros, tanto en lo bueno como en lo malo.
Amar es gratis y da tantas satisfacciones.
Un abrazo Á.
Preciosa historia Ángeles, me ha llegado al corazón... que lindo que el amor haya prevalecido y haya terminado de esa manera tan aleccionadora...
Gracias y besos mil de Cassandra
No puedo decir otra cosa que, te pintaste con el relato, si, es una crónica que da gusto leer, terminara bien o terminara mal, hay en ella elementos emotivos y dramáticos muy sustanciales que conmueven el corazón y le dan un viso humano profundo... sobre en todo en eso que haces énfasis, el amor filial, la hermandad, la unidad y comprensión familiar... excelente el modo en que lo plasmas
Abrazo y saludos
Cassandra, me alegra que la histori te haya gustado, a todos nos encantan los finales felices y a veces ocurren hasta en la vida real
¿Por qué no?.
Un abrazo Á.
Alejandro:
el amor filial y fraterno, bien comentado. Parece que cuando se habla de amor sólo está presente el de pareja y en defihnitiva AMOR es ´muhísimo más amplio y hermoso.
Un abrazo Á.
Una historia digna para hacer de ella una novela o película. Me emocionó mucho leerte, será porque
te dejo muchos saludos desde Berlín.
En esta ciudad vivo desde 1982 cuando aún el muro existía. Cuando éste cayó en 1989, no sabes la alegría que sentí.
He tenido oportunidad durante dos etapas 1987 y 1989) de mi vida de cruzar frontera (de Berlín Occidental a Berlín Oriental) todos los días en calidad de diplomática.
Viele liebe Grüße aus Berlin.
Hola, Ángeles: me gustó muco el detalle y la intensidad con que cuentas la primera parte de tu historia. Esos niños que descubre a la madre muerta y le tiran de los pelos. Esos cuatro hermanitos que duermen juntos y revueltos para darse calor, color y amor.
Coincido con tus lectores en que si te gusta esta historia, si notas que tira de tí, tienes el embrión de una narración más larga.
Congratulations, Ángeles
Bueno, Marisol, ¡qué alegría tener una lectora en Berlín!.
Yo visité la ciudad en el 88 y nada hacía prever que un año más tarde, aquel muro que tuvimos que atravesar en metro y con la vista desde lo alto del monumento a la victoria, iba a desaparecer. Una experiencia muy fuerte de la que también quise dejar constancia en este relato.
Tu comentario, desde el sitio, es especialmente importante para mí.
Muchas gracias y un abrazo Á.
Gracias José Antonio por el comentario y por la idea.
Es verdad que esta historia, documentada y contada en toda su profundidad, daría para una novela. No sé si estoy preparada para ello, una novela requiere un gran conocimiento de una técnica que no creo dominar y "escribir por escribir" tampoco. (ya lo hacen otros ;-))
Un abrazo Á.
Tremendo tu relato, Ángeles, por fortuna, con final feliz.
Estuve yendo durante más de veinte años a Alemania, a Berlín, incluso al "Berlín democrático" y muchas emociones afloraban en mi alma, pues de las tragedias nunca se es un estraño.
Enhorabuena por este relato que no se hace largo, en absoluto.
Un abrazo.
Jorge:
Es una alegría que personas que conocen el lugar comenten tan generosamente como tu.
Gracias y un abrazo. A.
Me ha emocionado este relato que no sé si responde a una historia real; de cualquier modo, tan bien escrito, conmueve porque refleja la una situación por la que debieron pasar muchas familias. ¡Malditas guerras!
Se nota en usted serenidad y orden. En sus comentarios como en sus relatos, viaja siempre dentro de la cordura sin excitaciones ni vaivenes. Ponderación divino tesoro...
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