UNA BONITA NOTICIA

Hoy quiero compartir con vosotros una noticia muy bonita: dentro de unas semanas (cuando concluyan los dichosos trámites administrativos. ¡Qué martirio!) verá la luz un cuento, ilustrado por fantástica dibujante Olga de Castro y escrito por mí, del que estoy especialmente orgullosa. Se titula “La caja mágica”. Está impulsado desde la Fundación Carlos Haya y todos los derechos están cedidos para un hospital de niños de Malí y la Ciudad de los Muchachos de Málaga. Sé que no voy a arreglar el mundo con este pequeño trabajo, pero el sólo hecho de pensar que algún niño en áfrica podrá ser operado al fin o que los chicos huérfanos de Málaga tendrán más oportunidades… ¿Es bonito o no?

No puedo poner aquí el cuento, ya sabéis, los derechos no son míos; pero creo que me perdonarán si os dejo las primeras palabras, una ilustración y la reseña para la contraportada que nos hizo el gran escritor y mejor amigo Manuel Cortés Blanco. Espero que os guste y decidáis comprarlo cuando salga. No lo olvidéis, es para los niños.


¡VA POR ELLOS!

Introducción



Es difícil saber si los hechos protagonizados por el niño Víctor hace un lustro ocurrieron de la forma exacta relatada a continuación; pero, como quiera que se han recogido varios testimonios que aseguran haber tenido la “caja azul” en sus manos y que no cabe duda de que la solidaridad es una cualidad que está en la naturaleza del ser humano, es posible afirmar que esta historia se ha hilado con bastante verosimilitud. El hecho de que no haya sido pregonada por los medios de comunicación no hace sino avalarla, porque es sabido que, en nuestros días, las bondades del hombre son valores a la baja, aunque no por ello menos reales que las maldades.






La caja mágica

Era Víctor, y no hay razón para pensar que no siga siendo así, constante motivo de regocijo y deleite para sus padres. Único infante, nacido después de años, en una larga lista familiar, los adultos que lo rodeaban lo colmaron de afecto y protección, empeñados en conservar la inocencia e ingenuidad que les proporcionaba y que hacía tiempo no disfrutaban; aún así no olvidaron inculcarle valores como la honradez, el respeto y la disciplina. Tal vez, fue esta circunstancia la causante de que, a los doce años, el muchacho aún creyera que todas las cosas buenas eran posibles y que para conseguir algo sólo hay que desearlo de veras y ponerse a ello.


La jornada no habría podido transcurrir mejor…

Ilustración de Olga de Castro (si vierais el resto...)

Reseña contraportada de Manuel Cortés Blanco (médico y escritor)

Ocurrió en Benin, uno de los países más pobres de África. Allí, trabajando como médico en una campaña de vacunación, conocí a Seyyid, un chiquillo de once, doce o a lo más trece años que había ejercido de niño soldado. Reclutado por la fuerza junto a otros chavales de su tribu, fue obligado a combatir a pesar de su corta edad. Nunca olvidaré tanta inocencia en una mirada, la ingenuidad de su sonrisa… pero tampoco sus miedos, las pesadillas, aquella infancia robada entre odios y fusiles.


Ocurrió en Málaga, una de las ciudades más bonitas del sur de Europa. Allí, una escritora llamada Mercedes Pinto escribió su relato “La caja mágica” contándonos la historia de Víctor y Sebastián. Un cuento sencillo repleto de valores en el que uno de sus protagonistas es otro niño soldado. Un alegato a favor de la justicia, de esos buenos deseos, de la amistad. Un relato entrañable para pequeños y no tan pequeños que seguimos creyendo en la solidaridad. Y es que, como acabara aprendiendo de cualquier lugar del mundo, este valor no sólo consiste en dar; es también devolver.










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